Por Eduardo Hernández
Las recientes elecciones parlamentarias europeas confirmaron en gran medida la tendencia de avance de los sectores de ultraderecha en varios países. Aun con diferencias en el plano económico y social se advierte el ascenso de estas fuerzas, no solo en Europa sino en Latinoamérica, ratificando la existencia de una coordinación internacional fascista, integrada entre otros por Orban, Meloni y Vox, en Europa, y por Milei y Bolsonaro en Latinoamérica.
La gestión de Milei, caracterizada por la aplicación de las tantas veces fracasadas recetas neoliberales, tiene un fuerte componente de exclusión y negacionismo, y abundan las expresiones tendientes a eliminar todo tipo de oposición. El intento de asesinato de Cristina Fernández demostró que estos sectores están dispuestos a todo. Desde aquel 1° de septiembre han proliferado provocaciones, atentados y violentas represiones contra el campo nacional y popular, y los medios de comunicación hegemónicos han funcionado alentando o tolerando estas expresiones de odio.
Una jornada de sorpresas
La mayoría de los pronósticos fracasó el domingo 7 en Francia. El Nuevo Frente Popular, la coalición de izquierda armada apresuradamente, logró revertir los resultados de la primera vuelta y se ubicó en primer lugar en las elecciones parlamentarias, relegando al espacio del presidente Macron y a Reagrupamiento Nacional (RN), la fuerza de ultraderecha encabezada por Marine Le Pen.
El resultado evidencia las reservas democráticas en el país galo, y quiebra la fuerte tendencia hacia la extrema derecha que había triunfado en las elecciones al Parlamento Europeo y en la primera vuelta de las parlamentarias. Por otro lado, las elecciones también significaron un castigo a la derecha gobernante, con una gestión neoliberal que solo ha conseguido agudizar el desempleo y la pobreza.
Durante la campaña se registraron algunos testimonios que pueden haber contribuido a la derrota de la ultraderecha. Numerosos artistas y deportistas de élite como Mbappé y Koundé llamaron a evitar el triunfo de los sectores racistas y excluyentes. Estos mensajes parecerían haber calado muy profundamente en los suburbios de las grandes ciudades, donde residen miles de migrantes que rechazan las políticas expulsivas de la extrema derecha.
Más allá de la sensación de alivio de gran parte de la población, el panorama no es simple, ya que ninguna de las fuerzas tiene mayoría absoluta, y el parlamento aparece constituido mayoritariamente por tres tercios (la izquierda, la coalición de Macron y la ultraderecha). Ensemble (la fuerza de Macron) insiste en su intención de configurar gobierno, tentando a algunos partidos minoritarios y excluyendo al progresismo triunfante. La derecha gobernante no está dispuesta a permitir que la primera magistratura sea ejercida por la izquierda, y Macron ha manifestado que “ninguna fuerza política obtuvo sola una mayoría suficiente”.
Por el lado de la izquierda, hay divisiones profundas entre las cuatro fuerzas principales que integran el NFP (Nuevo Frente Popular). La Francia Insumisa, socialistas, comunistas y verdes debaten ásperamente con diferencias marcadas principalmente en el rol de la OTAN y la guerra entre Rusia y Ucrania. Estas divergencias están impidiendo elegir un candidato de consenso a primer ministro. Si se respetara el veredicto de las urnas el candidato debería ser Jean-Luc Mélenchon, ya que La Francia Insumisa tiene el mayor número de diputados dentro del NFP, pero los socialistas ya advirtieron que no apoyarán su candidatura.
En el Nuevo Frente Popular coexisten socialdemócratas y anticapitalistas, que pudieron acordar algunos puntos de importancia, como la revocación de las reformas de pensiones de Macron y el aumento de impuestos para los más poderosos. Entre los dirigentes más conocidos- además de Mélenchon – están el ex presidente socialista Hollande, quien podría ser el gestor de acuerdos con sectores centristas para lograr una mayoría parlamentaria, y Marine Tondelier, secretaria general de los Verdes, considerada la iniciadora del proceso de unidad de las izquierdas.
La puja interna del frente de izquierdas es una reedición de las dificultades que afrontan los partidos que lo integran –y no solamente en Francia – para evitar que primen los egos y para abordar un programa mínimo de gobierno. Las organizaciones de derecha generalmente no tienen estos problemas, ya que las empresas que están detrás son las encargadas de determinar las candidaturas.
Si la Asamblea Nacional que se reunirá el 18 de julio consagrara a un dirigente de izquierda como primer ministro, Europa y el mundo esperarían expectantes el resultado de la convivencia con el gobierno presidido por el neoliberal Macron. En efecto, muchas cuestiones de la geopolítica internacional estarían en discusión, particularmente el apoyo militar a Ucrania y el rol de Israel en Oriente Medio.
La derrota del neofascismo es posible
Más allá de las incertidumbres que rodean al proceso político francés, la novedad es la comprobación de que en esta oportunidad el avance generalizado del fascismo en Europa ha sido detenido, lo que significa no solamente una victoria de la democracia sino también una demostración de que es posible derrotar a la ultraderecha aunque a veces parezca casi indestructible.
La soberbia de quienes hoy aparecen como referentes de la extrema derecha en el mundo – incluido Milei – encuentra un dique de contención en la unidad de las fuerzas democráticas y confirma que en nuestro país esa misión le corresponde a un frente patriótico amplio, que agrupe al peronismo y a todos los sectores del campo nacional y popular, con un programa que haga centro en la justicia social, en la defensa de nuestra soberanía y en el desarrollo independiente.