Por Eduardo Hernández*
El brutal ajuste que sufre la mayor parte de la sociedad argentina, la transferencia gigantesca de recursos a los sectores concentrados del poder económico y a las reservas del estado colonizado por el Fondo Monetario Internacional, sumado al clima de creciente violencia generado desde el gobierno de Milei, no dejan de generar asombro dentro y fuera de nuestras fronteras. Desde la política y la sociología, y hasta desde la filosofía y la psicología, se elaboran múltiples hipótesis acerca de lo que ha ocurrido en los últimos años en el seno de la sociedad para tratar de entender la situación actual.
Es real que en la última década han proliferado en gran parte del mundo corrientes de ultraderecha estimuladas por los factores de poder económico, enarbolando la bandera de la anti política y montándose sobre la denominada “insatisfacción democrática”. Al poder económico la democracia tradicional ya no le resulta conveniente, en tanto puede generarle obstáculos en su camino de concentración permanente.
Lo ocurrido en nuestro país tiene características singulares. Irrumpió un gobierno poblado de personajes tristemente conocidos como Sturzenegger y Caputo, otros nuevos y muy limitados, que ignoran y desprecian los mecanismos institucionales, imbuidos de fanatismo religioso. Al lado el macrismo disciplinado junto a multinacionales y fondos buitre, listos para hacer negocios con empresas estatales y recursos naturales.
A esta altura es difícil determinar si el plan de gobierno de Milei tiene alguna relación con los farragosos artículos de la extinta Ley Ómnibus, con el vigente DNU que posibilitó devaluación y aumentos generalizados, o si justamente el núcleo del plan es lo que estamos viviendo cotidianamente.
Lo real es que la mayoría de los argentinos estamos viviendo una tensión y zozobra que no reconocíamos desde 2001, y resulta importante analizar cuáles son algunos de los aspectos que se combinaron para desembocar en una situación que está deteriorando rápidamente la calidad de vida y las expectativas de los sectores más vulnerables e incluso de la clase media.
- El producto Milei. Sin duda la construcción de este personaje representó para los sectores económicos el cumplimiento del objetivo de reemplazo de la agotada experiencia de Juntos por el Cambio. Diseñado por quienes manejan las redes sociales y conocen y modelan actitudes e intereses instalaron en relativamente poco tiempo una figura de características disruptivas dentro del marco de la política convencional. Un discurso económico confuso basado en conceptos que el propio capitalismo desprecia, con cifras falseadas, pleno de promesas vacías y responsabilizando de todos los males a la dirigencia política, bautizada con un hallazgo marketinero: La Casta. La propuesta de soluciones casi mágicas capturó rápidamente a una gran proporción de jóvenes, atravesando todos los sectores sociales. El negacionismo fue otro elemento utilizado tanto por el candidato presidencial como por la actual vicepresidenta, a los efectos de introducir otra falsa versión en quienes no vivieron la etapa de la dictadura genocida.
- La frustración. La gestión de Alberto Fernández arrancó en diciembre de 2019 con enormes expectativas para gran parte de la sociedad, golpeada por la gestión macrista, que logró no solo echar por tierra con muchos de los avances registrados hasta 2015 sino hipotecar el futuro inmediato a través de un nuevo y gigantesco endeudamiento con el FMI y acreedores privados. Las vacilaciones y la falta de coraje llevaron a un progresivo deterioro de vastas capas de la población, mientras el poder económico concentrado multiplicó sus ganancias, en gran parte fugadas al exterior. Si bien la última etapa del gobierno de Fernández se caracterizó por un aumento del empleo, también se registró una caída formidable del poder adquisitivo. Argentina pasó de encabezar los ingresos per cápita en 2015 en Latinoamérica a aparecer en los últimos lugares en 2023. La inflación sin control licuó sueldos y jubilaciones, aumentando la sensación de inseguridad respecto al futuro cercano. Los efectos reales de la pandemia, la guerra y la sequía no atenuaron el disgusto y el enojo, factores decisivos para el triunfo de Milei, consolidado por el voto antiperonista tradicional.
- La pandemia. Aun cuando parezca un hecho lejano, hay que registrar muchos de aquellos sucesos como punto de partida de la escalada libertaria, particularmente las virulentas protestas – extrañamente toleradas casi sin reacciones – que no solo agredieron a dirigentes y periodistas sino que también se transformaron en foco de aumento de contagios, agravando la situación sanitaria. La escalada de violencia de la mezcla (de límites borrosos) de macristas y ultraderechistas fue aumentando hasta llegar al funesto – y nunca investigado a fondo – atentado contra Cristina Fernández de Kirchner. La impunidad proporcionada por el Poder Judicial a los responsables de la escalada de violencia y muerte rodeó a muchos de estos individuos de una pátina de “héroes libertarios”, generando en las redes apoyos de cantidad de jóvenes. No es casual que muchos de ellos se muevan actualmente con comodidad en los despachos públicos.
Pero además las restricciones de la pandemia otorgaron un plus a las derechas violentas: el mensaje del “encierro” y la “falta de libertad” se impuso a la imprescindible necesidad del cuidado en vastos sectores y fue transformándose en odio y resentimiento, alimentados eficazmente a través de medios y redes.
- El sentido común del neoliberalismo. Hace pocos días el diputado y politólogo español Iñigo Errejón sostenía: “la gente vota como vive”, aludiendo a las pautas del sistema que obligan a transitar la vida como si fuera una selva, y emitir su voto apoyando a los candidatos que representan ese paradigma. En efecto, los mecanismos captores de la voluntad colectiva son cada vez más eficientes, hasta lograr el efecto de una “cuasi realidad”, en la que todos podemos ser emprendedores exitosos y emparentarnos con Bezos o Musk. Si bien nuestra sociedad posee múltiples reservas de construcción colectiva y solidaria, se ha consolidado fuertemente la corriente individualista y egocéntrica. Cuando analizábamos la increíble derrota de 2015 frente al macrismo, en medio de óptimos indicadores de la economía, con crecimiento, alto empleo, sueldos importantes para la mayoría de los trabajadores, jubilaciones dignas y pobreza en retroceso, la conclusión era que había primado el factor aspiracional. Una vez que gran parte de la población había consolidado derechos y posición económica sentía que debía identificarse con aquellos millonarios que le asegurarían un futuro aun mejor. Y en este punto tal vez debamos detenernos a examinar qué ocurre con la memoria colectiva.
- La memoria efímera: A partir del relato negacionista de Milei y Villarruel muchos votantes de LLA se han desentendido de lo que significó la dictadura cívico militar eclesiástica que asoló el país durante siete años. “No lo vivieron”, “no es su tema”, son las justificaciones para quiénes hoy tienen entre 15 y 30 años. Sin embargo, este sector no pudo haber ignorado los innumerables actos de consolidación democrática, los juicios condenatorios de los genocidas, la labor de Madres, Abuelas y demás organizaciones de DDHH. Desde el histórico juicio a las juntas impulsado por Alfonsín hasta todos los juicios de lesa humanidad que llevaron adelante jueces probos durante los gobiernos de Néstor y Cristina – y que continúan en la actualidad -, la agenda de los Derechos Humanos ocupó un lugar preponderante. La escuela pública también se ocupó de marcar la necesidad de la convivencia democrática, y los organismos gubernamentales de Derechos Humanos cumplieron su rol informando y desarrollando políticas específicas. Entonces, ¿qué falló? ¿Cómo fue posible que en millones de ciudadanos se estableciera un relato falso o se deformara la horrenda realidad de aquellos siete años? Probablemente faltaron medidas más drásticas frente a los discursos negacionistas, pero de todos modos está en cuestión la memoria colectiva. Y podemos reafirmarlo con un ejemplo más acotado en el tiempo: después de apenas 8 años solo en una porción de la población existe un reconocimiento de los logros de los gobiernos de Néstor y Cristina.
Más allá de la tarea fundamental del momento para las fuerzas populares en cuanto a enfrentar y desarmar el modelo que se está instalando desde hace dos meses, el debate resulta imprescindible para revisar una y otra vez lo ocurrido. Es cierto, el enemigo es poderoso y cuenta con múltiples recursos, pero también deberemos verificar cuáles han sido las falencias en el campo nacional y popular que han permitido este retroceso que no reconoce antecedentes.

*Eduardo Hernández: *Integrante de cooperativas y cámaras gremiales empresarias. Promotor y difusor del asociativismo a través de los medios radiales, gráficos y televisivos