Reflexiones sobre el ausentismo electoral

Por Eduardo Hernández*

            La democracia está jaqueada. Después de años de intensa labor mediática los sectores que sistemáticamente cuestionaron y denostaron a la actividad política han logrado que millones de seres en el mundo ignoren o desprecien la posibilidad de incidir con su voto en las elecciones.

            No solo la anti política ha sido la responsable del creciente abstencionismo. Incidieron también otros factores:

  1. El desencanto y la frustración ante las promesas no cumplidas.
  2. El escepticismo respecto a la transparencia
  3. La imagen de privilegio de muchos políticos y funcionarios.
  4. El accionar de presidentes y referentes autoritarios que desprecian el rol del estado y la acción parlamentaria.
  5. La insuficiente información sobre las características de cada elección.

Existe una correlación entre la disminución de la participación electoral y el mundo cada vez más desigual. Al grupo de empresas y multimillonarios que controlan gran parte de la economía mundial ya no le interesa la democracia porque los gobiernos populares posibilitan el cuestionamiento de sectores afectados, limitan los márgenes de ganancia, generan restricciones para evitar fugas de divisas, fijan impuestos progresivos a las ganancias, etc.

El poder económico mundial es dueño de las riquezas y de los medios hegemónicos, vinculados entre sí en todo el mundo. Dispone de la tecnología necesaria para adueñarse del manejo de las redes sociales y logra encumbrar a “outsiders”, que en varios países han llegado al gobierno.

 Con esas herramientas moldea las ideas e intereses de millones, convenciendo a una parte y neutralizando a otros sectores, que terminan desentendiéndose de la decisión colectiva que entraña el sufragio.

El individualismo y la fragmentación social son los emergentes de esta etapa de crisis del capitalismo, que sabotea no solo a las instituciones democráticas sino a todo intento colectivo que pueda proporcionar mayor bienestar a sectores de la comunidad.

   NO SOMOS UNA EXCEPCIÓN

            Argentina se caracterizó históricamente por sus altos niveles de asistencia en las distintas elecciones. En lo que va del siglo existieron porcentajes superiores al 80% y la media siempre se mantuvo por encima del 70%. Sin embargo, desde hace algunos años viene registrándose una caída en la participación, que este año ha evidenciado mínimos históricos.

            En efecto, las elecciones realizadas este año en varias provincias y en la ciudad de Buenos Aires arrojaron una tendencia indiscutible: cada vez se profundiza más la falta de participación electoral.

Además del 20% aproximado del padrón que históricamente no ha votado, se suma ahora un porcentaje algo mayor que optó por la abstención. La única excepción han sido las elecciones legislativas de Formosa, que mantuvieron un nivel similar al de otros años.

            Los factores que internacionalmente han incidido en el abstencionismo se repiten en nuestro país, aún en distritos como la Capital Federal, caracterizada históricamente por una alta participación. Si bien no se cuenta con una información detallada de la composición social del ausentismo, algunos datos de la elección porteña parecerían indicar que la mayor abstención se verificó en sectores de ingresos medio-bajos, como algunos barrios del sur que registraron porcentajes de ausentismo superiores al 50%.

            De comprobarse esta hipótesis podría inferirse que el ausentismo es fundamentalmente de votantes originalmente peronistas, que después de la gestión de Alberto Fernández volcaron su apoyo a Milei. En la actualidad, afectados por las políticas de ajuste, bajos salarios y caída del consumo, se sienten defraudados nuevamente y optan por no ir a votar.

            Probablemente éste sea el efecto buscado por el poder económico concentrado. En la medida que los sectores más humildes desechen la opción electoral, aumentarán las posibilidades de las opciones de derecha. La “democracia de élite” queda reservada a las personas mayores, ricas, y con alto nivel de educación, siempre proclives mayoritariamente a favorecer las opciones neoliberales.

            Milei desarrolló – tanto en la campaña electoral como en la gestión – una permanente descalificación de la política y de los mecanismos institucionales. El concepto de “casta”, aplicado falazmente al conjunto de la actividad política logró corporizarse en muchos sectores, atravesando transversalmente a la sociedad y fomentando el desinterés y la apatía frente a los procesos electorales. Obviamente en su estrategia discursiva la ultraderecha no incluyó en sus ataques a los sectores dominantes internos y externos, ni a sus mecanismos de poder, como gran parte de los jueces y los medios hegemónicos.

   EL RETORNO A LA VOCACIÓN DE SERVICIO

            Y en este punto – más allá de las falacias de Milei– es imprescindible reflexionar sobre situaciones que el conjunto de la sociedad percibe como privilegios de los políticos: dietas muy por encima de los salarios medios, nepotismo, corrupción, viajes innecesarios costeados por el Estado, ostentación, exceso de asesores, etc. Y sumemos también las internas mezquinas, totalmente divorciadas de las urgencias y necesidades de los sectores populares.

            Seguramente una actitud que priorice la austeridad de quienes asumen responsabilidades de gestión permitiría recuperar la confianza del pueblo en los políticos y en las instituciones. La humildad como valor y el replanteo del rol del Estado sin duda favorecerán la participación electoral.

                                               CORAJE PARA AVANZAR

            A veces la confrontación con el poder económico concentrado, con sus medios y con los jueces cooptados evidencia una disminución en la audacia transformadora de algunos gobernantes, funcionarios y legisladores, para quienes el objetivo político excluyente parecería sustentarse en la permanencia o ascenso en la escala del poder.

            Para que la democracia vuelva a representar los anhelos de las mayorías es necesario avanzar con medidas urgentes en un camino de crecimiento con justicia social. La correlación de fuerzas no debería ser una excusa permanente para el inmovilismo; solo las transformaciones audaces permitirán recuperar el entusiasmo y la participación electoral de los sectores populares.

*Eduardo Hernández: *Integrante de cooperativas y cámaras gremiales empresarias. Promotor y difusor del asociativismo a través de los medios radiales, gráficos y televisivos